LAS SECUELAS DE LOS EVENTOS TRAUMATICOS

Por distintas razones, de orden natural, social, político, etc. siempre existe la posibilidad que una persona, cuando menos se lo espera, pase por un momento de angustia intensa, desesperación o de un impacto emocional severo, comúnmente conocido como momento o evento traumático, donde por lo general puede estar en peligro su vida, su integridad física o emocional o de alguien cercano, o sencillamente le toca presenciar ese peligro, esa muerte o daño en otras personas.
Cuando lamentablemente una persona pasa por una experiencia donde ha vivido algún peligro o se ha sentido imposibilitada ante una situación muy estresante e inesperada, como un accidente severo, una catástrofe natural, un atraco o secuestro, u otro evento altamente traumático, generalmente, en los días siguientes suele haber momentos en que esta persona experimenta crisis ansiosas con miedos intensos a través de recuerdos, sueños o pesadillas, en oportunidades sin motivo aparente o en ocasiones en que es expuesta a situaciones o estímulos similares o asociados.
Se puede afirmar que estas reacciones están dentro de lo esperado como normal en la mayoría de las personas, que a medida que van pasando los días van modificando la emoción asociada al recuerdo para crear y recuperar la tolerancia al contenido de dichos recuerdos.
Sin embargo, hay personas que presentan una sintomatología más severa y con mayor frecuencia, muy comúnmente en las primeras semanas siguientes al evento traumático. En estas personas es frecuente observar:
- aparición de crisis de desesperación
- permanentes sueños y pesadillas donde reviven lo sucedido
- sentimientos de culpabilidad por seguir vivo o no haber podido evitar lo ocurrido
- bloqueos psicológicos con reducción de la expresión de los sentimientos llegando incluso a presentar crisis de amnesia que le impiden recordar el evento traumático
- reducción o pérdida de interés en actividades antes placenteras
- sensación de un futuro de desolación y restricción de la vida afectiva

El Stress Postraumático
Cuando la frecuencia e intensidad de estos síntomas no va desapareciendo en los treinta días siguientes al evento traumático e incluso siguen presentándose mucho tiempo después de lo sucedido, se considera que la persona ha desarrollado un cuadro de Stress Postraumático, con consecuencias muy limitadoras que afectan el normal desenvolvimiento de la persona en su entorno familiar, social y laboral, que la puede llevar a traumas mayores que imposibiliten su reinserción a la cotidianidad.
La persona que ha desarrollado un stress postraumático comúnmente tiende a organizar su vida alrededor del trauma, lo cual imposibilita la integración de esa experiencia traumática a los otros eventos de su vida. Aún años después de ocurrido el acontecimiento la persona refiere que las experiencias revividas son tan vivas como cuando ocurrieron.
Por supuesto que la vulnerabilidad emocional de la persona, así como la magnitud del evento van a ser relevantes para el desarrollo y la severidad del trastorno. Por ende el significado y valoración que cada uno de a lo sucedido será factor determinante para el desarrollo y posterior recuperación.

El tratamiento vs. La evitación
Cuando un familiar o amigo, está pasando o ha desarrollado la sintomatología propia del Stress Postraumático, lejos de actuar con evitación, como por ejemplo no hablar del problema o evitar todo estímulo que pueda asociarse al evento, lo ideal es orientarlo hacia la posibilidad de ser tratado terapéuticamente. Para ello existen modalidades como la farmacoterapia, la psicoterapia, la terapia familiar y de grupo y otras técnicas terapéuticas que suelen incluso combinarse para obtener los mejores resultados para que la persona logre integrar la experiencia traumática con otros eventos de su vida.
Abrir un espacio para experiencias nuevas y gratificantes es altamente recomendable, como nuevas experiencias asociadas al placer, actividades físicas o al aire libre, actividades artísticas, ejercicios de relajación, etc.
En todo caso, es importante tener en cuenta que no se trata de “borrar” o pensar que la experiencia vivida va a desaparecer del repertorio de vida de la persona, de lo que se trata es que pueda ser asimilada como tal, que pase a ser parte de su vida y la persona recupere su normal interacción psicosocial.

Gerardo J. Velásquez D.

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